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Sonia Almada: "El patriarcado pega primero en la infancia; los niños no se miran como sujetos de derecho"

Entrevista de Lola Sánchez

El 27 de septiembre de 1974 Ana María Rivarola, una niña de ocho años, fue hallada violada y muerta en la escalera que llevaba al campanario de la Iglesia San Marcelo, de Don Torcuato, en la Provincia de Buenos Aires. Cuarenta años después, Sonia Almada recuperó su relato en "La niña del Campanario", un libro en el que expone las atrocidades a las que se enfrentan niños, niñas y adolescentes diariamente en la Argentina. La psicoanalista lleva 28 años trabajando por los derechos de las infancias, en un país que casi siempre mira para otro lado.

"Yo tenía la edad de la nena cuando la asesinaron. En ese momento, con ocho años, yo padecía mucha violencia en mi casa, entonces el caso sí me alertó. Un niño puede ser asesinado, eso yo no lo sabía", cuenta en diálogo con El Extremo Sur. Ahora, se dedica a las capacitaciones y el activismo en torno a los Derechos de las Infancias, desentrañando las narrativas sociales adultocéntricas y sacando el abuso sexual infantil del silencio.

Su primer contacto directo con los niños vulnerados fue en un merendero. Insertó el tema del abuso y el maltrato infantil en la Facultad y en el hospital donde trabajó luego de recibirse, en medio de supervisores y profesionales que aseguraban -como muchos siguen sosteniendo hoy- que los niños "fabulan". "A todos nos pasaba lo mismo en la clínica, recibíamos casos y no sabíamos cómo intervenir psicológicamente. No se le daba importancia a los niños", relata.

Almada alerta por el recrudecimiento de la violencia sexual contra las infancias, especialmente en pandemia, un momento en el que la distribución de la mal llamada "pornografía infantil" aumentó en un 500%. Debido a la desprotección de niños y niñas, y el crecimiento de una mirada adultocéntrica, lleva adelante dos proyectos de Ley: la creación de un Ministerio de la Infancia y el proyecto de Ley por el Derecho al Tiempo.

Actualmente trabaja en un libro que relata las experiencias de niños que han quedado huérfanos por femicidios, mientras dirige la ONG Aralma y participa en el colectivo Derecho al Tiempo.

¿En qué momento decidiste que tu trabajo estaría orientado a las infancias?

Antes de estudiar, en la adolescencia comencé a trabajar en un merendero en Moreno. Ahí empecé a vincularme con los niños más vulnerables, tenían hambre, vivían violencia sexual, maltratos, empecé a conocerlo por las conversaciones que tenían conmigo. Fue el primer impacto, por fuera de mi casa, de que los niños la pasaban mal.

¿Y profesionalmente?

Cuando me metí en Psicología, ya ingresé orientada al tema de las infancias. Por supuesto, la Universidad te moldea para ser un profesional más bien burgués, por lo menos en esos tiempos. Yo hice el primer Ciclo Básico Común después de los militares, en 1975. La cuestión era ser profesional, tener un consultorio, cobrar bien, esa era la propuesta mayoritaria. Por mi parte, cuando me recibí, me anoté y di el examen de residencias y concurrencias en un Hospital de Buenos Aires, donde coménce a trabajar. Ahí de nuevo aparecía muy fuerte la vulneración de los derechos de los niños, por lo que generamos un grupo de trabajo y capacitaciones. En relación al abuso sexual había muy poco material en Argentina. Era un tema que, por lo menos en la universidad, se enseñaba como una fantasía, de que "los niños fabulan, mienten", y para el psicoanálisis, los pacientes tenían fantasías de seducción. Yo había padecido violencia sexual en mi infancia, y sabía que no era así. Era muy difícil encontrar un supervisor en el Hospital que no te dijera que no era una fantasía. Empezamos a recibir muchos casos de abuso, así que generamos capacitaciones, buscamos gente que sabía de maltrato y violencia sexual. Me acuerdo que venían residentes de todos los hospitales, eran más de 100 personas por curso. A todos nos pasaba lo mismo en la clínica, recibíamos casos y no sabíamos cómo intervenir psicológicamente. No se le daba importancia a los niños.

Y luego tuviste la oportunidad de fundar Aralma.

Después tuve la posibilidad de generar Aralma, junto a otras psicólogas. Empezó siendo un lugar de capacitación en Salud Mental y atención de pacientes. Con el tiempo trabajamos en hogares convivenciales, merenderos, y apareció otra vez la infancia. Fue haciendo el camino, naturalmente, hacia una ONG.

Pese a los avances en la materia, ¿el abuso sexual sigue siendo un tema tabú?

El avance es mucho, por suerte. Pero sigue naturalizada la violencia contra los niños. Es como si con ellos se pudiera hacer cualquier cosa, protegerlos, quererlos o maltratarlos y abusarlos. Durante la pandemia se recrudeció lo que mal se llama la "pornografía infantil", la distribución de imagenes de niños para la pornografia. Se recrudeció en un 500%. Y todos los numersos en abuso sexual tambien aumentaron. Por más que estemos hablando de abuso sexual como una temtatica que hay que erradicar, esto sigue pasando, en Argentina y en toda Latinoamerica. Hay muchísimo por hacer. Sigue naturalizado y por eso hay tanta violencia sexual. Los ultimos numeros que arroja UNICEF señalan que 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 13 varones ha padecido violencia sexual en la infancia.

¿Crees que el número real de casos es mayor, dada la dificultad de hablar sobre el abuso?

Sabemos que se quedan cortos, por la cantidad de gente pidiendo asesoramiento o que ha padecido violencia sexual. Nos escriben todos los días más de 3 personas promedio, adultos, pidiendo asesoramiento porque quieren hacer una denuncia, asistencia psicológica, muchas mamás pidiendo ayuda porque hicieron denuncia y no les creen, y las tratan de madres alienadoras, o les piden la restricción con un pedófilo. Nosotros creemos que es un grave problema de salud pública, que cuando se sepan los números reales va a ser totalmente aterrador.

Uno de los principales proyectos por el que estás luchando actualmente es una ley contra la prescripción del delito de abuso sexual, ¿qué otras demandas incluye el proyecto?

Presentamos proyecto de Ley de Derecho al Tiempo, en el cual pedimos, principalmente, la no prescripcion del delito de violencia sexual, un cambio de terminología y la creación de una Comisión de la Verdad y la Reparación. En principio, queremos que las personas denuncien cuando puedan, que no estén corriendo con los tiempos judiciales. Es un delito continuo que no te afecta solo cuando te pasa sino a lo largo de toda la vida, no se le puede poner un tiempo como cualquier delito. La víctima no puede defenderse, no puede hablar porque el pederasta te silencia y a veces toda la vida, si es que no te asesina. Pedimos también un cambio de nombre, que ya no sea abuso sexual infantil sino violencia sexual contra las infancias. Y exigimos que se cree una Comisión de la Verdad y la Reparación. Al ser un delito tan grave, que le sucede a tantas personas, creemos que hay que hacer un relevamiento social, y una Comisión de la Verdad podría ocuparse de eso Que las víctimas y sobrevivientes puedan acercarse a hablar y contar lo que les pasó, un hecho tan reparador, y poder hacer investigaciones en el ámbito eclesiástico, institucional y familiar.

¿Ves la voluntad política necesaria para que el proyecto avance y sea aprobado?

Veo un terreno arcilloso, como si fuese un momento importante. Hace 28 años que trabajo con las infancias, y no he visto otro momento tan clave como este. Hoy es posible hablarlo. En general los políticos hacen una carrera personal, pero me parece que es el momento propicio. Muchos se han acercado a pedir el texto y analizarlo. Salta lo declaró como proyectos de interés para tratar de manera urgente. Jujuy lo va a hacer próximamente. Varios municipios y provincias han hecho lo mismo. Creo que se va a tratar, espero que sea este año.

¿Cuál es tu visión sobre la cobertura mediática de casos que incluyen a niños, niñas y adolescentes? ¿Creés que existe un tratamiento respetuoso?

Las prácticas que no protegen la identidad de los niños y niñas, por ejemplo, van en contra de la Convención de los Derechos del Niño. Lo veo cada vez menos, pero hay medios que son muy amarillistas y usan las imágenes de las infancias, aunque aparezcan pixeladas. En estos días veía el video viral del niño perdido en San Telmo. Me dio bronca, ver cómo se armó el festejo buscándolo mientras el nene lloraba y nadie lo ayudaba, además de que se mostró mucho su cara. Luego va a ir a la escuela, lo van a cargar, ¿quién paga eso? Al padre le dicen "qué colgado", si fuese la madre, por ser mujer, le dirían que es una basura, pero nadie pensó en el niño. Eso es lo que pasa a nivel social y mediático, cuando hablan de la infancia. Se ha visto mucho en el tema de femicidios infantiles.

¿Hay acciones concretas contra estas prácticas?

El INADI no hace nada. Y hay discriminación, racismo, odio hacia los niños, traducido en la falta de ciudado y la negligencia. Es como si no se sancionara, y otras cosas a lo mejor sí se sancionan. Los dispositivos de protección no funcionan para los niños porque tienen una mirada adultocéntrica. Hay poco cuidado, los niños son utilizados para campañas políticas incluso, todavía no se los mira como sujetos de derecho y deseo.

En tu obra y tu activismo explorás las vinculaciones del patriarcado y las infancias, ¿de qué manera se cruzan?

El primer eslabón donde pega el patriarcado es en la infancia. Ahí es donde empezamos a criarnos y se nos asignan los estereotipos y roles de género que vamos a tener que llevar adelante. En mi libro "La niña del Campanario", trabajo el tema de los femicidios en la infancia. Desde pequeñas se nos advierte que nuestro lugar es quedarnos callada, no protestar, ejercer la pasividad y sobre todo la tolerancia. Eso hace que las mujeres y niñas tengamos, en general, el lugar de objeto y descarte. Rita Segato habla de la minorización de las mujeres: se tratan como una minoría -aunque no lo son-, para guardarlas, cuidarlas y también violentarlas, usarlas como un objeto. Yo utilizo el mismo término para hablar de las infancias. Ahí nace el golpe más fuerte del patriarcado. A los varones los crían para ser violentos, para la guerra, para tocarle el culo a otra mujer. Por eso es fundamental empezar por la infancia, o nada va a cambiar.

En tu libro "La niña del Campanario" relatás desde tu adultez el crimen de una niña que vivía en tu localidad. ¿Crees que todos estamos atravesados por historias de femicidios o violencias, aunque no sepamos nombrarlo o creamos que son casos aislados?

El patriarcado tiene una forma de operar que justamente es esa: si le pasa a alguien, bueno, pasó allá, nosotros no somos esa gente. Si sos rico, es algo que pasa en la pobreza. Si sos pobre, en la riqueza. Tiene esa forma de ocultamiento y de distanciamiento. Sobre la historia de "La niña del Campanario", yo tenía la edad de la nena cuando la asesinaron. Ahora, investigando, me enteré que había sido violada, pero se ocultó totalmente, en todo el pueblo. En ese momento, con ocho años, yo padecía mucha violencia en mi casa, entonces el caso sí me alertó. Además de todo lo que podía pasarte, te podían matar siendo niño. Un niño puede ser asesinado, eso yo no lo sabía. Creo que todos estamos atravesados por alguna historia así. Si no nos pasó -que en el caso de las mujeres es raro que no hayan sido violentadas de alguna manera-, todos, como sociedad, tenemos a alguien cercano que ha sido víctima de femicidio o violencia sexual. Porque los números son bestiales. Una mujer es asesinada cada 30 horas en Argentina. El feminismo nos hizo darnos cuenta de que podría haber sido yo o cualquier mujer.

¿Y qué sucede con los niños que quedan huérfanos por femicidios?

Actualmente estoy escribiendo un nuevo libro sobre los huérfanos de femicidio. Elegí casos emblemáticos como el de Wanda Tadei, para contar lo que les pasa a las familias y a los hijos que quedan huérfanos por un femicidio, en general realizado por el propio padre o la pareja de la madre. Se trata de una nueva forma de orfandad; no es lo mismo que se te muera tu mamá de una enfermedad a que la asesine quien te está criando, adelante tuyo. Son atrocidades que no tienen nombre, hay que empezar a ponerle palabra a ver si lo podemos erradicar. Los huérfanos de femicidios son niños totalmente olvidados, como si no les hubiese pasado y fuesen víctimas secundarias cuando estuvieron ahí. Los relatos son terribles. Las secuelas son brutales, pero socialmente no se está hablando, y son muchísimos casos.

Se está trabajando en la aplicación de la Educación Sexual Integral para niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, ¿considerás que hace falta educar también a los adultos para detectar señales de abuso o maltrato?

Recientemente presenté un proyecto para capacitar comunitariamente sobre las Infancias felices. Dentro de esas capacitaciones, se busca exponer y fomentar los derechos de las infancias. La ESI está pensada para los niños, pero se puede capacitar a las familias, educadores y organismos con la perspectiva de la infancia feliz, mostrando que si un niño aparece con ciertos síntomas, algo está pasando, y así poder prevenir. Son cosas que se pueden hacer, no se necesita financiamiento extremo. El problema es que no hay decisión política, porque la infancia no importa. Acá y en el mundo. No sé si lo llamaría ESI -que debería darse en todos los colegios y niveles-, pero sí me parece que los adultos tienen que bajar a tierra en relación a lo que le pasa a la infancia. Es como si estuviesen separados y tuviesen que arreglarse solos. No necesitamos adultos salvadores, necesitamos adultos que estén atentos, que puedan cuidar a los niños, y si no pueden, que pidan ayuda, y que exista también la prevención. Sabemos que las familias muchas veces dejan pasar estas cosas, para no crear un "drama familiar", o dicen que el nene "debe estar jugando", todavía escucho eso de madres y padres. Falta información, faltan campañas de prevención de maltrato, abuso, grooming. No hay políticas públicas para las infancias, existen algunos parches, pero nada más. ¿Cómo van a estar preparados los profesionales, las comunidades, las familias? Es fundamental capacitar con perspectiva en infancias, nivel judicial, educativo y familiar, para todos los adultos, sobre los derechos de esos sujetos pequeños a los que les pasan tantas cosas.